Cuando comienza el cónclave, el proceso para elegir al sucesor del papa Francisco

El Vaticano se enfrenta a un nuevo y ajetreado proceso de elección de la nueva cabeza de la religión católica.

Tras el fallecimiento del papa Francisco, se pone en marcha uno de los rituales más tradicionales y solemnes del Vaticano: la elección de un nuevo pontífice. Con el funeral programado para el 26 de abril, el periodo de los Novediales -nueve días de misas en honor al papa que partió- se extenderá hasta el 4 de mayo. A partir de esa fecha, y antes del 10 de mayo, se convocará al cónclave en la Capilla Sixtina, cumpliendo con el plazo máximo que establece la normativa vaticana.

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Durante la sede vacante, el cardenal Kevin Joseph Farrell, actual camarlengo, asumirá temporalmente la administración del Vaticano. Será él quien se encargue de mantener el orden hasta que los cardenales electores elijan al próximo líder de la Iglesia Católica. En esta ocasión, 136 cardenales de 71 países participarán en el cónclave, lo que convierte este proceso en uno de los más internacionales de la historia reciente de la iglesia.

Los cardenales con derecho a voto son todos aquellos menores de 80 años, quienes, al ingresar al cónclave, serán completamente aislados del mundo exterior. Aunque el derecho canónico permite elegir a cualquier hombre bautizado como papa, la práctica moderna mantuvo esta responsabilidad dentro del Colegio Cardenalicio.

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Cada jornada de cónclave puede incluir hasta cuatro rondas de votación: dos por la mañana y dos por la tarde, hasta que algún candidato logre obtener la mayoría calificada, que equivale a dos tercios de los votos. Después de cada votación, las papeletas se queman junto con productos químicos; el humo negro indica que no se ha llegado a un acuerdo, mientras que el humo blanco señala que se ha elegido a un nuevo pontífice.

En situaciones donde las votaciones se extienden sin resultados, los cardenales pueden, mediante consenso, flexibilizar algunas reglas, como bajar el umbral de votación a una mayoría simple. Sin embargo, esto solo sucede después de varios intentos fallidos y requiere la aprobación de la mayoría del cónclave.

Cuando finalmente se alcanza un acuerdo, la tradicional "fumata blanca" anuncia al mundo el comienzo de una nueva etapa en el Vaticano. Tras la elección, el nuevo papa elige su nombre, un gesto que a menudo simboliza el rumbo que tomará su pontificado. Así lo hizo Jorge Mario Bergoglio en 2013, al convertirse en el primer papa en adoptar el nombre Francisco.

La elección que se avecina genera un gran interés a nivel global, tanto por el legado que deja Francisco como por los nuevos desafíos que enfrentará su sucesor. La Iglesia se prepara para un momento histórico, mientras millones de fieles esperan, en oración y expectación, el humo blanco que revelará al nuevo pastor de Roma.



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